miércoles, 15 de julio de 2009

En la región de acá, la del azogue pulido, mi rostro es lo de afuera: unos ojos con rimel, una piel con verano todavía, una mujer-muchacha que se preocupa de alargar el ruedo de sus faldas y busca el chal de seda que combine con el color cereza de un pantalón. En la región de acá, de este lado del espejo, mi rostro dice si, sonríe, saluda, tiene una manera civilizada de ser cortés, de disimular y hasta de... gritar. Pero cuando me quedo sola, cuando me saco de encima las costumbres, cuando me desabrocho la manía de no alarmar a nadie, cuando me olvido de los titulares de los diarios, los ruidos de la calle, las culpas que asumo en mi nombre y en nombre de la humanidad; cuando me quedo sola, sin ropas y sin gestos aprendidos... rueda mi rostro detrás de los espejos, allá donde no existe la mentira y hay un espacio abierto, inmenso, sin paredes, donde los gritos huyen verticalmente sin despertar a nadie. Allí grito. Allí aúllo como un perro. Allí me duele la garganta de tanto repetirme que ya no tengo fuerzas para seguir luchando, que me mantiene en ristre tan solo el miedo a los precipicios que rodean cualquier soledad. De pie en mi metro cuadrado de vida, me obligo a la quietud porque cualquier paso hacia atrás o hacia delante equivaldría a un suicidio. No quiero dormirme apretada entre tus brazos y despertarme como un chico que ha soñado con muertos y al despertarse se da cuenta de que esos muertos eran los únicos que podían ayudarlo. Tan llena de heridas como llegue a tu lado. Y tan lleno de bálsamos me dijiste que estabas Tan noche cerrada como llegue a tu lado y tan lleno de sol prometiste alumbrarme Tan recinto acústico como llegue a tu lado, y tanta música ibas a derramar en mi para convertirme en una campana. Pero el bálsamo era hiel, y el sol era de hielo, y la música era un hueso repicando en la piedra. Y ahora las heridas no solo están abiertas sino que duelen, sangran, arden Y la noche no solo es negra, sino que me cierra y me ciega Y el recinto acústico repite como un eco la resonancia siempre igual del llanto, del sollozo, del gemido y la queja Tu me usaste ese poquito de esperanza que me guardaba para el momento de “no va mas”, de “se cierran las ventanillas”. Sin que me diera cuenta, cuando te abrí la puerta para dejarte entrar, cuando apoyé mi cabeza en tu hombro y me quede dormida, pensando que me cuidabas, que espantarías a los fantasmas que arrastraron sus cadenas cada noche... si, sin que me diera cuenta, desovillaste el ultimo hilo azul del asombro. Pero necesite tiempo para comprobarlo, y en ese tiempo sucedieron cosas, aprendí a caminar con el ritmo de tus pasos, a acomodar mis preguntas a los monosílabos de tus respuestas, a tomar las formas de tus silencios como el agua toma la forma del recipiente que la contiene. Aprendí a llorar sin que lo advirtieras, Y algo mucho mas triste: aprendí que no te importaba que llorara. Habías reforzado tu rica armadura con los tres o cuatro gramos de fuerza que me sacaste. ¿Y de que te sirve? Estas atrapado por esa dura defensa. Estas envuelto en ella, nada te llega, todo choca contra esa barrera inviolable: alegrías, emociones, tempestades y estrellas. No sufres, es cierto, pero tampoco eres feliz. Aunque a todos les muestres la bella cara que esta en la región exterior de los espejos, aunque quieras convencerte a ti mismo de que esa es tu verdadera cara y la mires complaciente... sabes que no es así, que tu verdad esa del otro lado de los espejos, allí donde mi dolor grita, donde mi soledad te acusa, donde los relojes aceleran su latido buscando un pronto final irremediable, donde, a pesar de todo, te espero, dolorida, en sombras, sin campanas... para que me salves, aunque sea devolviéndome lo que me sacaste, solo eso, sin darme nada más que ese menudo soplo de asombro y esperanza que me permita ocupar el metro cuadrado de vida en el que tengo que quedarme quieta hasta que alguien, tú, otro (pero por favor tú, tú) me tienda un milagro
Que fea es la soledad,màs cuando uno no tiene elecciòn,està solo porque es asi,no tiene muchas vueltas.
Hoy si,debo decir,me siento sola...porque las personas que siempre crei que estarìan,hoy no estàn,las personas que màs necesito,no soy nada,soy su hija porque es asi la vida,pero jamàs estuvo,jamàs supo que soy enrealidad,que me gusta,que sueño,que intento realizar...y el amor,ese amor que llegò,que me salvò cuando mi vida se iba por el caño,quien me devolviò mis sueños,mis esperanzas,que me enseño que el amor existe,que no es producto de la imaginaciòn,hoy no està.Quien sabe donde anda,porque ya no formo parte de sus sueños ni de su vida,y yo tantas veces dije que ellos eran lo que jamàs me debìa faltar,porque me sentirìa muerta,y es asi,me siento muerta....porque soy mala para mentir,porque al esforzarme para sonreir dejo en eevidencia que estoy destrozada,que no puedo màs,que los dos me defraudaron,jamàs fui nada para ninguno de los dos,los dos me mintieron,me hicieron sentir feliz para luego dejarme asi.Y se piensan que me gusta estar asi?? no ven mi esfuerzo,pero hago lo que puedo,lo imposible,para estar entera,no feliz,pero entera,sin llorar,como ahora,que me siento tan idiota cuando lloro y nadie se da cuenta,pareciera,que como siempre sospeche,soy de vidrio,o soy invisible,porque puedo estar muriendome y nadie jamàs escucha...y grito, me ahogo,vuelvo a llorar,y vos no podes dejar tu orgullo de lado y buscarme,porque te necesito....hoy mas que nunca . :`(

domingo, 5 de julio de 2009


Así la llamaban en el barrio: "Juanita del montón". No porque hubiera un montón de Juanitas, sino por su colección de montones.

Ninguna cosa le gustaba de a una. Ni de a dos ni de a tres.

De "a muchas" para arriba. Por lo menos, de "a montón".

Ya de chica, a los siete años, se enfurecía porque eran sólo siete y quería tener más.

Entonces sumaba los años de todos sus amigos (los cinco de Manuela, más los siete de Ramón, más los ocho de Susana, más los cuatro de Javier). Y los convertía en un montón.

Y como para juntar un montón de años precisaba un montón de amigos, Juanita era la chica más amigable del barrio.

Ni ella misma sabía cuántos eran. Pero estaba segura de que al menos -los amigos- eran un montón.

Tal vez por eso guardaba con tanto celo un montón de ganas de jugar.

-Porque - decía Juanita -sólo teniendo un montón de ganas de jugar puedo encontrar un montón de amigos.

Y, bien, si para sumar aquel montón de años, necesitaba un montón de amigos, y para tener un montón de amigos juntaba un montón de juguetes, lo que a Juanita le hacía falta entonces, era un montón de espacio donde guardarlos.

Convenció a su mamá y a su papá de que fueran a vivir a una casa con un montón de habitaciones. Y cada habitación, con un montón de metros de largo y un montón de metros de ancho.

El problema fue que para limpiar un montón de espacio, se necesitaba un montón de escobas, un montón de trapos y un montón de jabón.

Como se imaginarán, para comprar semejante montón, hacía falta un montón de dinero.

Bien sabía Juanita que juntar tanto dinero le llevaría un montón de tiempo. Así que guardó una a una las hojitas del montón de almanaques. Día a día hasta que los días se volvieron un montón. De tiempo, claro.

Y casi sin darse cuenta, cumplió los dieciséis.

Hizo entonces una fiesta de cumpleaños en la que recibió un montón de regalos. Había preparado un montón de diversiones para que se divirtieran un montón de personas.

Allí descubrió a Joaquín entre el montón de invitados.

Y le pareció el más lindo, más bueno y más divertido que el montón.

Bailó con él toda la tarde. Hasta que la fiesta se acabó.

Al día siguiente, y para no perder su costumbre de amontonar, Juanita se fue a buscar muchos Joaquines para tenerlos en el montón.

Dio un montón de pasos, atravesando montones de calles durante un montón de horas y todo fue inútil.

No pudo encontrar uno sólo que fuera como el Joaquín de su fiesta.

Sintió un montón de tristeza. Y derramando un montón de lágrimas, descubrió que tenía un montón de amor dentro de un sólo corazón.

Y fue al médico para que le diera algunos corazones más.

--Esto es imposible --dijo el doctor. Para cada persona existe un sólo corazón.

--¿Qué voy a hacer? - se dijo Juanita. Y juntando el montón de palabras que conocía, trató de armar un montón de pensamientos que la ayudaran a encontrar un montón de soluciones para su problema.

Pero sólo se le ocurrió una idea: ir a buscar a Joaquín.

El único Joaquín que conoció.

Lo buscó y lo buscó durante largas noches. Hasta el día en que volvieron a encontrarse... Fue en medio de un montón de alegría en que Juanita y Joaquín se enamoraron. Y, aunque parezca mentira, entregándose un montón de amor, fueron felices un montón de tiempo.

miércoles, 1 de julio de 2009

El amor y los celos están íntimamente relacionados, ya que quien ama permanece habitualmente en estado de alerta hacia la otra persona. Los celos en pequeñas dosis son saludables e incluso pueden calificarse de románticos pero cuando son excesivos pueden resultar enfermizos y llegar a causar irremediable dolor. Como en muchos de los problemas psicológicos, los celos son el inicio y el desencadenante de una situación personal y familiar insostenible.
El principal problema es que aunque sí se puede alcanzar un cierto control, su curación es muy difícil. Una vía para dominar los celos es hablar abiertamente de ellos con la persona que se los provoca y, en su caso, con el especialista. Es fácil que en toda relación se produzcan celos por temor a perder al ser querido, pero hay que ser capaz de controlarlos para lograr ser feliz, pues la persona celosa difícilmente puede serlo, ya que sus deseos por controlar a su pareja de forma continua, y el sospechar de todos sus actos, le imposibilita conseguir esa felicidad.
Debajo de esta problemática encontramos:
  • Una baja autoestima (aunque parezca lo contrario).
  • Dificultad para valorarse a sí mismo.
  • Pérdidas afectivas en la infancia ocasionadas por padres poco valorativos de las virtudes de los hijos, muy exigentes y muy críticos.
  • Patrones afectivos mal aprendidos o modelos poco útiles para seguir.